El miércoles de ceniza es el comienzo de la Cuaresma; es un
día penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo de conversión a Dios, por
eso, cuando nos imponen la ceniza nos dicen “conviértete y cree en el
Evangelio”.
La ceniza es polvo, símbolo de pequeñez, de nuestra pequeñez, que
nos invita a volver a Dios.
El tiempo de Cuaresma (Cuaresma significa “cuarenta días”) tiene
como finalidad prepararnos para la celebración de la Pascua. El camino que
propone la Iglesia es el de la conversión y la penitencia, no como algo
negativo o triste, sino fijando la mirada en la alegría de la Resurrección de
Cristo. La Cuaresma tiene su origen espiritual en la imagen bíblica del
desierto. Por un lado, en el antiguo testamento, la experiencia de los 40 años
en el desierto que el pueblo de Israel empleó en su viaje a la tierra prometida
después de celebrar la salida de Egipto. Por otro lado, en el Nuevo Testamento,
los 40 días de ayuno y oración de Jesús en el desierto que terminó con su
victoria sobre las tentaciones de
Satanás.
La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones
muy variadas. La Escritura y los Padres de la Iglesia insisten sobre todo en
tres formas: el ayuno, la oración y la limosna, porque expresan la conversión
con relación a sí mismo (ayuno), con relación a Dios (oración) y con relación a
los demás (limosna).
-Ayuno: no es sólo de comida y bebida, sino de todo aquello
que nos esclaviza y que no conduce al bien.
-Oración: acercarnos al Padre misericordioso, pedirle perdón
de corazón, y pedir su ayuda, ya que sin él, nada podemos.
-Limosna: la práctica de la caridad “cubre la multitud de
los pecados” (1 Pedro 4, 8). No es dar lo que me sobra, sino compartir lo que
tengo.
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