Gracias, Santo Padre,
por tu servicio de humilde servidor de la viña del Señor
durante estos años de tu ministerio petrino.
Gracias por lo que nos dejas de hondura espiritual,
por tus escritos, tus homilías, por tus palabras.
Gracias por ser humilde
y querernos llevar solamente hacia Jesús.
Gracias por tu valentía
a la hora de afrontar los problemas,
por poner nombre a las oscuridades de la Iglesia
y, al mismo tiempo,
por amarla tanto.
Gracias por tu amor a la liturgia
y a la belleza del Misterio de Cristo.
Ojalá aprendamos de ti a servir humildemente
y a sabernos retirar a tiempo,
sin buscar protagonismos,
en silencio, cuidando nuestra oración.
Gracias por todo lo que nos dejas,
por tu pasión por la caridad,
y gracias por dedicarte ahora a rezar.
Reza por el mundo, por la Iglesia,
reza por todos nosotros,
servidor humilde y bueno.
Fernando Cordero ss.cc.
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